Acaban de llegar a esta droguería de la Parte Vieja donostiarra un puñado de fabulosos carteles que anuncian la gloria de unos cuantos jabones en cuya espuma flotan la Historia y la Leyenda. Acaban de llegar. Directamente desde el departamento de diseño y marketing de Jupiter Soaps LTD, la compañía londinense que fabrica y vende maravillas de tocador y fregadera tan impactantes como Pears, Vinolia, Red Buoy, Falcon o Mild Green.
Acaban de llegar. Por correo. Aéreo. Carteles personalizados para la perfumería parteviejense fundada el 22 de mayo de 1928. Personalizados en el 66 de la Avenida Upsdell. Estamos en el London Borough of Enfield, a unos kilómetros del condado de Essex.
Estamos en la compañía Jupiter Soaps Ltd. Venta directa a Perfumería Matilla. Sin intermediarios. Bonita historia la de esta empresa, presidida por Richard Langham, un ingeniero de sonido. La fundó tras dejar los estudios de grabación de la EMI. En Abbey Road, sí. Se marchó tras haber trabajado con los Beatles, con Marlene Dietrich, Ella Fitzgerald y Riccardo Muti, grandísimo director de orquesta.
Se marchó y levantó Jupiter Soaps Ltd. Fue en 1999. Quería recuperar un jabón histórico: Lifebuoy. Era un jabón tremendamente antiséptico. Un jabón con ácido carbólico. Un jabón testado sobre heridas por médicos escoceses. Un jabón comercializado por primera vez en 1894. Por un noble británico, el vizconde Leverhulme. Tan grande era su poder de limpieza que se usaba en los baños públicos, las cárceles, los centros hospitalarios, las escuelas. Olía fuerte y tenía un color rojo rojísimo. Hoy, aparte de una de las joyas de Matilla (con su nuevo nombre, Red Buoy) es sinónimo y símbolo absoluto de jabón en lugares como Jamaica y Panamá. Allí se vende en las farmacias.
Fundó Richard Jupiter muy al final del siglo XX. Para hacerse con la leyenda del jabón carbólico. Y fabricarlo en Chipre. Para adquirir la marca Falcon, otro jabón implacable con las manchas en la ropa e ideal para lavarse las manos después de hacer bricolaje, arreglar el jardín o enredar con el motor de la moto. Y con Redbuoy y Falcon pujó también por la propiedad de Mild Green, grandes barras de jabón capaces de rematar la limpieza de una casa por la que acaban de pasar todos los gremios.
Buscaba también Richard, que había trabajado con Yoko Ono, Shirley Bassey y con dandis del estilo de Noel Coward, un toque de glamour, elegancia y misterio. Por eso decidió adquirir Vinolia, el jabón ofrecido a los pasajeros de primera clase del Titanic. En los camarotes. En los baños turcos del paquebote tremendo. Fue el único producto que anunció antes de salir del puerto de Southampton ser orgulloso proveedor de aquel transatlántico que iba a hacer Historia. Los demás habían decidido lanzar sus campañas de publicidad cuando llegara a Nueva York. Pero nunca llegó…
Jupiter Soaps Ltd provee igualmente a Matilla del jabón Pears, una maravilla de glicerina transparente. Glicerina. Tomillo. Romero. Aceites. Una marca antiquísima. Tanto como de 1789, justamente el año cuando los jabones dejaron de ser un producto de lujo y su venta un monopolio controlado por la nobleza y las familias reales de Europa. Pasó aquel 1789 (además de la Revolución Francesa) que Nicolas Leblanc ideó la manera científica de procesar el carbonato sódico. Revolucionó la industria química mineral y los artesanos pudieron fabricar el jabón sódico a gran, grandísima, escala a través de la sosa cáustica. El producto se abarató, se extendió por todas las clases sociales, empezaron a desaparecer muchas infecciones de la piel, la higiene y el buen olor se democratizaron. Y nació Pears, que llega desde Enfield a Donostia directamente. En el 7 de la calle Mayor se tiene a orgullo trabajar con marcas cargadas de Historia y en las que detrás de cada producto hay alguien que responde. Con su nombre, sus apellidos y su leyenda.